23 de diciembre de 2008

19 de diciembre de 2008

Mirar al costado


Disculpe señora, el mundo está demasiado ocupado para entender su dolor y evitar el de otras madres.


Disculpe señora, los que elegimos, estamos demasiado ocupados oyendo los delirios de nuestras elecciones.


Quizás nos joda cuando cuando el dolor sea propio. Mientras tanto, andamos ocupados.
Nota: Foto de Reuters.

17 de diciembre de 2008

Viaje al interior del monte santiagueño


Calor. Factor determinante del clima santiagueño. Mucho. Cantidad en la que se manifiestan las altas temperaturas por acá.
Viaje indeseado. Domingo, 9 de la mañana.
Señor que maneja, señor que roba almas, señor de voz gruesa, señorita que escribe.
Destino: Villa Atamisqui. Monte santiagueño. Pobreza extrema. Carente de elementos modernos indispensables, tales como: inodoro, bares, comedores, aire acondicionado.
Agua: escasa e imposible de beber.
Sensación térmica, 45º.
Objetivo del viaje castigo: contar cómo es que la gente elige (manoseando la tan mentada democracia) al mismo hijo de puta que los priva de agua potable desde hace 12 años.
Resultado de la elección: coronación para el hijo de puta por más del 50% de los votos.
Almuerzo: burro asado, pizza casera con moscas muertas de calor (literalmente).
Bebida: cerveza, sólo tres (había que trabajar).
Cigarrillos: CJ rescatados del último cargamento secuestrado por gendarmería. No se registró presencia de Marlboro.
Costo del CJ: igual que un paquete de importados.
Conclusiones: los pueblos tienen lo que merecen. Sabroso el burro. Quien escribe, sobrevivió a los CJ. Vejiga intacta pese a aguantar 12 horas ante la poca simpatía hacia las letrinas. Quemaduras de segunda grado.
15 horas de trabajo. 4 kilos sumados, 2 por la ingesta de morfi, 2 por la tierra acumulada en el cuero cabelludo.
Moraleja: ponerse una remera de diseño con media espalda descubierta y mangas, no fue buena idea. Cruzarse el bolso tampoco.
Todo mal con la tierra que vio nacer a Leo Dan.


Bienvenidos al monte santiagueño. Un derroche de glamour. Debería haber obedecido a mi padre y ser abogada.

9 de diciembre de 2008

Recuerdito

Alguna vez, una antigua profesora de literatura, a fuerza de amenazas, me despertó la vocación de actriz.
Pese a mi vergüenza absoluta al ridículo, que me frena en los karaoke, los boliches y demás espacios públicos poblados de seres humanos, aquella mujer logró vestirme, maquillarme y hacer que represente un personaje.
La vergüenza fue terrible, huí por los entretelones, pero logré deleitar mis oídos con la música que aquella mujer le sacaba al piano.
En la segunda obra (porque me coimeó durante años) hubo una canción que apenas el coro se arreglaba el moño para recitarla yo lloraba, sin causa aparente, entre los viejos telones, con ruleros y pantuflas.
Siendo una púber no entendía el porqué de la emoción, sólo la disfrutaba. Años después busqué aquella canción y el sentimiento fue el mismo, ya sin el escenario de contexto.
Sigo sin preguntarme porqué me fascina.




Yo quiero ser bombero
El padre asegura será un ingeniero
La madre pretende que sea doctor
Las tías quisieran que fuera banquero
Un hombre de mundo,un gran seductor.
La abuela sugiere que aprenda un oficio
Para que la vida se pueda ganar
En tanto el abuelo augura que el niño
Se pondrá las botas, será militar.
Desde su galaxia el niño no sabe
Que cuando sea grande tendrá que ceder
Pero mientras tanto, el tiene la llave
Del eterno sueño de ser o no ser.
Bombero, bombero, yo quiero ser bombero
Bombero,bombero, porque es mi voluntad Bombero, bombero,yo quiero ser bombero
Que nadie se meta con mi identidad.
El niño es un joven que acepta el legado
Ya le abre sus puertas la universidad
Y al cabo de un tiempo es un gran abogado
Y al cabo de unotro también es papá.
El hijo conjuga futuro y pasado
En las opiniones de lo que será
Los padres y abuelos ya lo han programado
Y rueda la rueda y siempre es igual.
Desde su galaxia el niño ya sabe
Que cuando sea grande tendrá que aprender
A ser como todos y a tirar la llave
Del eterno sueño de ser o no ser.
Bombero, bombero, yo quiero ser bombero
Bombero,bombero, porque es mi voluntad
Bombero, bombero, yo quiero ser bombero
Que nadie se meta con mi identidad.
Al fin de los tiempos el niño es un viejo
Sentado a la sombra de su realidad
Y desde la infancia como en un espejo
Desfilan las cosas que ya no serán
La casa paterna, juguetes y amigos
Y aquel despilfarro de la libertad
Se van poco a poco quedando dormidos
En los largos brazos de la soledad.
El viejo se apaga y vuelve a su mente
El niño soñando con ser o no ser
Cerrando los ojos se va lentamente
Cantando bajito por ultima vez.
Bombero, bombero, yo quiero ser bombero
Bombero, bombero, porque es mi voluntad
Bombero, bombero, yo quiero ser bombero
Que nadie se meta con la identidad.
Alberto Cortez

6 de diciembre de 2008

Dormir




48 horas sin dormir. Otra vez el insomnio me anda persiguiendo.

5 de diciembre de 2008

La Salchicha




Nacido un 8 de enero. Bajo el signo de capricornio. Debería ser un tipo racional, medido.
Aún es un niño. De orejas gigantes, similares a un terciopelo importado. La cola de 40 centímetros y de una fuerza descomunal.
9 kilos de pura fibra. Hocico extraño. De cazador dice el manual de instrucciones.
Bautizado bajo el nombre de Bruno Alberto, como la sonora, como un ex gobernador de Santiago. Como debería llamarse un perro salchicha de gran estirpe y tradición de campeones. Aunque suelo pensar que me tocó el más boludo de la jauría.
De color dogo de Burdeos. De ladrido de perro malo e increíble agilidad para trepar a mis brazos y atacar sus contrincantes.
Apodado “La Salchicha”, pequeño, orejas, amor mío o huevón cuando orina en la cocina y demás groserías según el espacio en que se mande una cagada.
“La Salchicha” no se parece en nada a mi antiguo ebrio con el que nos acompañamos 11 años. Sin embargo trazamos diálogos imaginarios maravillosos. En los que me grita que soy una mala madre por abandonarlo tantas horas, y le replico que mantenerlo es costoso, hay que sudar para conseguir los 63 pesos del alimento.
Con cierta pasión por pasearse dentro de la bañera. Gran esmero para orinarse encima cuando lo miro con odio. Pasión por despertarse a las 6 de la mañana y acosarme a hocicazos. Y cierta tendencia al cariño desmesurado. Mi mano derecha tipea, la izquierda debe deslizarse sobre su lomo, de lo contrario, tendré 9 kilos echados sobre la máquina. Y el monitor acusa ya cierto hartazgo a los lengüetazos del susodicho.
Y así andamos. Haciéndonos compañía. Tratando de que la cama sea menos grande. Charlando en idiomas extraños. Amontonándonos. El dibujándome sonrisas.

Viernes

1.24 horas. Viernes. Símil camisón de extraños breteles. Medias rayadas azules. Lapicera sosteniendo una larga cabellera inédita en mi persona. La salchicha pegada, literalmente, a la parte izquierda de mi cuerpo. Aire acondicionado a full. Manos congeladas. La situación se desarrolla en la cama, de dos plazas, para la salchicha y para mí. Suena el teléfono, atiendo. Diálogo absurdo:
M. Fer, llevame ropa para ver qué me pongo para la cena de mañana.
F. Mariana ponete el vestido. Ponele onda.
M. (Con gritito de niña caprichosa). ¡Sabes que no me siento cómoda con un vestido!.
F. ¡Ponele onda loca!. Parecés una vieja de mierda. Para qué querés que te lleve medio placard si vos no te querés vestir bien.
M. ¡Yo si le pongo onda!. Llevame esa remera roja con mangas grandes.
F. (Resignada) Te dije mil veces que tal remera no existe en mi placard.
M. Bueno lleva ropa así me dices qué me pongo.
F. (Ante el temor de que se desencadene la discusión número un millón en estos 15 años de amistad). Bueno Mariana, mañana te llevo la mitad del placard.

Fin del diálogo.
Símil camisón de extraños breteles. Medias rayadas azules. La salchicha duerme adherida a mi pierna izquierda.
Viernes, soltera, 26 años. Tristísimo. Charla absurda. Voy a bombardear el placard plagado de ropa que no uso. Pienso: debería comprar más camisones y menos vestidos.
Rozando el patetismo. Tristísimo. Pienso de nuevo: Hace algunos meses atrás la cama era para tres. La pasaba como la mierda.
Y sigo pensando: Qué maravilla esto de que la cama haya quedado sólo para la salchicha y para mí.
Reflexiono: ¡Linda che la soledad cuando hace compañía!.

1 de diciembre de 2008

Necrológica

En la Capital de la Hipocresía: Tuculandia, ha fallecido una nueva mártir, producto de la pereza emocional de algunos y de la ausencia de filantropía en otros. Su trágico desenlace fue la última batalla -a la que optó no presentarse por miedo, cobardía o vaya una a saber porqué- en su penoso y dilatado padecimiento. QEPD.
Los médicos diagnosticaron: mal de MUPODEV -muerte por desinterés a la vida-.
Abandonó este mundo por haber sido lo que nunca debió ser, por haber errado en la búsqueda de lo que debió haber sido. Y sobre todo, por abandonar la pesquisa de lo que quería ser, aunque nunca develó su verdadero deseo de ser.
Pese a los esfuerzos disimulados de sus consanguíneos, los ardores incansables de sus pares, la última batalla de esta guerra malsana fue perdida por sus no-ganas de existir.
Habitaba un mundo extraño, desconocido para ella. No pretendía ser aclamada por multitudes, sólo anhelaba ser feliz (propósito nada original), aunque no sabía de qué se trataba ese estado ni siquiera podía localizar su ubicación.
Peregrinaba creando entelequias de amores lejanos, de sueños distantes, de mundos inalcanzables. Era un ente que se traicionaba.
Su patología la transformó en mi pequeña ladronzuela autodestructiva, incansable buscadora de hechos ficticios, convirtiendo su pasar por este (a veces) penoso mundo, en una estadía sin reminiscencias.
Sólo su risa rebota en las almas, ahora con lamentos (como siempre).
Su figura se desdibuja entre los recuerdos de lo que pudo haber sido, de lo que debió haber sido.
Dejó de existir para habitar vaya una saber dónde. Ni siquiera ella esperaba su paraíso, no sabía, en realidad, cuál era. Hizo antesala por todas las religiones, buscando también ahí su esencia, tratando de abandonar la lamentable levedad del ser.
Su recuerdo es afónico, sus huellas se esfuman, no permitía que sus hechos trasciendan. Pedía silencio, parecía que no le concernía hacer notar su cuerpo, su vida. Su carne era un calvario, su cabeza la cruz más pesada.
Ni siquiera la nada le interesaba, parecía haber nacido muerta, sin pasiones; sólo algunos padecimientos se presentaban esporádicamente, para ser borrados con la alquimia de Internet, con la excusa de la gula. Pecadora por excelencia. Pese a todo, lo intentaba: me llenaba de besos, abrazos y tiempos compartidos a mí, que la quiero y hoy la sufro.
En memoria de María de los Ángeles se piden oraciones y plegarias. Esperando los del más acá, que ella, en algún más allá, encuentre sentido a lo que fue la visita de su espíritu por el martirio que nos pertenece a nosotros, los mortales.
Ante todo: que en paz descanse.