Había una vez, hace más de dos décadas, una nena que… no, no. Corría la década del 80. ¿Corría?, ¿Qué es eso?, ¿Desde cuándo las décadas se echan un pique?. Fue por el ochenta y algo… no, no.
(Mierda, no haberme dedicado a otro menester).
Como sea. Nací una noche de mucho frío, cuentan que este mundo me recibió entre demasiadas lágrimas (mías), pero nadie preguntó si la niña estaba triste.
Después de 20 y tantos años me sigo encontrando por las noches, preferentemente entre bufandas y medias de lana y siempre llorando. Dramatizando sobre lo que pude haber sido y no fui, sobre lo que debí decir y no dije o viceversa.
Como sea. Nací un 24 de junio, de una madre que no debió tener hijos, de un padre que no superó la adolescencia, con dos hermanos que adolecían a sus padres. Pero recuerdo que esa familia tenía un perro, El Capitán, ¡ese muchacho vaya que me caía bien!
Tengo la certeza de que no quería salir de la panza de mamá, juro que nunca antes me había sentido tan segura como en ese lugar. Mi madre intuyó lo mismo, y me tuvo en su regazo, muy protegida, hasta que un día se olvidó y se fue, pero esa es otra historia.
Cuando era pequeña este mundo no me parecía simpático, así que prefería quedarme quietita leyendo, pensando que en otro momento la pasaría mejor. Mamá y papá estaban ocupados en sus mentiras y discusiones, que a mi me interesaban de sobremanera.
Soplé muchas velitas, pero lo único que me gustaba de los cumpleaños eran los regalos, porque si bien no fui tímida, la sobreexposición me crispa los nervios. Ya de niña tenía humores raros. Además me habían contado que un objeto adentro de un papel ruidoso esconde las tristezas.
Nací en un hospital, mamá y papá no tenían tiempo de preveer mi nacimiento, trabajaban largas jornadas.
Me cuidaron tanto para que nada me lastime. Pero hubo un quiebre que se produjo aquella mañana en que me levanté sin mamá y entre todas las opciones que tuve elegí la de probar si algo podía doler más que el abandono.
Así me enredé con diferentes sujetos, jugaba a ver cómo se sufría y me aprendí todos los discursos, probé con tantos, tantos, que me aburrieron.
Y así seguí soplando velitas, aunque hubo ocasiones en las que ni siquiera había torta, no por falta de dinero (ojalá) sino, simplemente porque estaban ocupados trabajando.
Cuando soplaba repetía mis tres deseos (nada originales): Ser feliz, ser feliz, ser feliz. Hasta me tatué la frase para no olvidarla, pero está en la espalda y no la veo. Siempre necesité que alguien me la susurre desde atrás, sino lo olvido.
Desde que llegué a este tiempo muestro mi disconformidad llorando, aún, 20 y tantos años después sigo usando el mismo truco, cada vez con menos resultados satisfactorios. Aunque he aprendido a dejar las lágrimas para las noches en la que el desencadenamiento de las situaciones duelen de verdad.
En estos 20 y tantos años aprendí a construir un personaje, pocos conocen mis verdaderas tristezas, pocos saben lo que me genera dolor y salvo excepciones, son los que más heridas provocaron.
Y pese a que este mundo dista de ser mi preferido, he nacido con una característica que amo: la esperanza. Que además de ser lo último que se pierde es lo único que me mantiene viva. Y es la que me recuerda que la experiencia está sobrevalorada.
En estos años he intentado infinidad de veces comprender el mundo en el que me metieron, pero siempre fallo.
Cada 24 de junio es un mal día. Odio mi cumpleaños, porque además de sentir que me estoy poniendo vieja (cosa que no me preocupa sino por el hecho de que la parca se quiere hacer amiga) me persigue la idea de que no habrá torta y yo aún quiero pedir mis tres deseos, solo que este año serán distintos (no por eso originales), este año quiero llorar menos, pensar menos y amar al indicado.
Porque aprendí la lección, nada duele más que el abandono.
6 comentarios:
Salud, Fer! Por los tres deseos.
Un beso grande.
Martina.
dejense de joderrrrrrrrrrr!!!
vos...
milenius...
por que no se eligen otro día para nacer???
hoy es MI CUMPLE!!!!! JSAJAJAJA
Capaz no haya torta los 24 de junio porque estamos lejos, pero en cuanto volvamos a encontrarnos habrá una bien rica, de chocolate, te gusta? Como Marti, también brindo por los tres deseos... ¡Feliz Cumpleaños, Fer!
Feliz cumpleaños!
Lo más importante es tener gente que te quiera, no si están o no para tu cumple.
Besos!
Gracias Martina!... Aunque cuenta el dicho popular que si confiesas los deseos no se cumplen... y bueh!, será otro año de desdichas jajajaja.
Mire Usted Iluso... Muy feliz cumpleaños compartido entonces.
Dale Lore, acepto la torta!. Nos tenemos que ver.
Dr J. lo más importante es disfrutar y sentirse querido.
Gracias che, a los silenciosos también.
Lo bueno de todo esto es que ya pasó.
Besos.
La verdad, la indiferencia y el abandono son lo peor.Besos.
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