Fernanda sólo le tiene miedo a su persona. La oscuridad, el agua, las arañas, ni los dragones que escupen fuego la amedrentan. Mi persona es tan valiente que hasta suele ofuscarme el asunto. Sin embargo, hay una cuestión que me quita el sueño, me genera más acidez que la de costumbre y me tiene absolutamente aterrada.
En breve iré a una feria, una grande, de las de verdad (como si las otras fuesen mentira) y siento miedo.
Ni aquella vez que el auto volcaba conmigo adentro sentí tanto desasosiego como ahora, tampoco recuerdo haber sentido temor cuando volé (literalmente) por los aires mientras el cuatriciclo se estrellaba contra mí, pero ahora el asunto se me está poniendo negro. Y sí, me suena absurdo, es sólo una feria, pero tengo miedo.
Mi vida está lejos de poseer muchas estrellitas de éxitos y he sabido cargar con mis fracasos amorosos y familiares, pero los traspiés profesionales me resultan más complicados. Aún cuando mi proyecto de matrimonio se hundió y con él el amor, pese al dolor, me lo aguanté y hasta me perdoné, pero esto es distinto.
Por primera vez en mi vida estoy abrumada profesionalmente, y el pánico (ando por ese nivel de la escala timérica) me congela.
A diario me siento a diseñar la colección nueva, pero sólo he logrado hacer tres retratos de Bruno. Sigo ocupándome de pedidos que podrían esperar, de trabajos que debería haber postergado. Sigo dilatando el asunto y como si fuese poco, mis horas de sueño se reducieron drásticamente lo que me tiene con un humor de perros (no se a qué viene esta frase, mis canes tienen un buen humor maravilloso) y las ojeras por las rodillas.
Quizás me estoy poniendo vieja, quizás tengo demasiada presión y competencia (de la buena).
Quizás sólo estoy dramatizando, quizás he traicionado la regla de oro y estoy anteponiendo el ego. La dichosa regla de oro dice que vendo prendas y no un pedazo de mí y que los asuntos personales quedan fuera de las transacciones comerciales. Así es como manejo mi negocio, entendiendo que hay locales donde mis prendas no funcionan, lo que no significa que sean feas. Si bien en cada prenda se va un pedazo de mi (mis ideas sobre estética, mi gusto), procuro no tomarlo a pecho (que casualmente no tengo) y nunca antes había tenido un conflicto y este me está llevando a la ruina.
Me habían contado que sentir miedo no está bueno, que el temor paraliza. Y acá estoy, aterrorizada, esperando vaya uno a saber qué para despertarme de este letargo que seguro me conducirá a un fracaso y es lo que no quiero.
En breve iré a una feria, una grande, de las de verdad (como si las otras fuesen mentira) y siento miedo.
Ni aquella vez que el auto volcaba conmigo adentro sentí tanto desasosiego como ahora, tampoco recuerdo haber sentido temor cuando volé (literalmente) por los aires mientras el cuatriciclo se estrellaba contra mí, pero ahora el asunto se me está poniendo negro. Y sí, me suena absurdo, es sólo una feria, pero tengo miedo.
Mi vida está lejos de poseer muchas estrellitas de éxitos y he sabido cargar con mis fracasos amorosos y familiares, pero los traspiés profesionales me resultan más complicados. Aún cuando mi proyecto de matrimonio se hundió y con él el amor, pese al dolor, me lo aguanté y hasta me perdoné, pero esto es distinto.
Por primera vez en mi vida estoy abrumada profesionalmente, y el pánico (ando por ese nivel de la escala timérica) me congela.
A diario me siento a diseñar la colección nueva, pero sólo he logrado hacer tres retratos de Bruno. Sigo ocupándome de pedidos que podrían esperar, de trabajos que debería haber postergado. Sigo dilatando el asunto y como si fuese poco, mis horas de sueño se reducieron drásticamente lo que me tiene con un humor de perros (no se a qué viene esta frase, mis canes tienen un buen humor maravilloso) y las ojeras por las rodillas.
Quizás me estoy poniendo vieja, quizás tengo demasiada presión y competencia (de la buena).
Quizás sólo estoy dramatizando, quizás he traicionado la regla de oro y estoy anteponiendo el ego. La dichosa regla de oro dice que vendo prendas y no un pedazo de mí y que los asuntos personales quedan fuera de las transacciones comerciales. Así es como manejo mi negocio, entendiendo que hay locales donde mis prendas no funcionan, lo que no significa que sean feas. Si bien en cada prenda se va un pedazo de mi (mis ideas sobre estética, mi gusto), procuro no tomarlo a pecho (que casualmente no tengo) y nunca antes había tenido un conflicto y este me está llevando a la ruina.
Me habían contado que sentir miedo no está bueno, que el temor paraliza. Y acá estoy, aterrorizada, esperando vaya uno a saber qué para despertarme de este letargo que seguro me conducirá a un fracaso y es lo que no quiero.
3 comentarios:
Es al principio nomás... una vez que arrancás ya está.
y la mejor manera es enfrentarlo, aunque suena a dicho popular, ahi te das cuenta que no es para tanto.
La verdad, es que nada es para tanto, pero de eso te das cuenta mucho después.
un beso
Al menos parecés tener un diagnóstico minucioso de la situación, o sea que podés trabajar para resolver alguno de estos conflictos. Entiendo que veas como parte tuya tus realizaciones y que te cueste desprenderte de ellas. No queda claro por qué te da miedo la feria. Besos!
Nada se pierde: Usted tiene razón, claro que sí!, el tema es arrancar, pero seguro sucederá y luego todo se verá muy sencillo.
Gracias!. Beso
Mel: No me cuesta desprenderme de las prendas, adoro desprenderme de ellas jajajaja.
Es miedo al fracaso.
Beso, beso.
Publicar un comentario