Entre otros roles que me impusieron ejerzo el de ser tía (http://anaqueldezapatos.blogspot.com/2009/01/mis-niitos.html). Hace casi quince años que giro la cabeza cuando dicen “Tita”. Y soy de esas tías que hacen regalos, pero que les recuerda cuánto hay que trabajar para obtenerlos. Soy de las que le dicen que la vida a veces es una bosta, de las que se enoja cuando reprueban materias, de las que les cuenta que la mediocridad y la pereza son un vicio horrible. También soy de esas tías que habla abiertamente de sus sobrinos favoritos, aunque los regalos son siempre para todos y del mismo tamaño. Además soy de las tías que pide mano dura, que les recuerda que una de sus principales funciones en la vida es la de aprender, soy de las que les recuerda que mi hermana trabaja durante horas eternas para que ellos no tengan necesidades.
Soy de las tías que ponen apodos y enseña insultos que jamás aplicarán (salvo dos sobrinos díscolos que tengo que sí los utilizan), soy de las tías que no abrazan ni les recuerda cuánto los ama. Quizás, pese a que son niños, creen que su tía es un tantito fría.
Sin embargo, en dos semanas, mi única sobrina mujer, Antonella, cumple 15 años. No soy fanática de estas celebraciones del mundo occidental, odio toda esa parafernalia y me joden las fiestas multitudinarias, sin embargo (y vamos de nuevo) vengo moqueando desde que compramos la tela para el vestido; cada suceso vinculado a la celebración me hace correr la mirada, cambiar de tema y esconderme detrás de los lentes, aunque intuyo que mi hermana lo sabe.
Ante cada detalle de la fiesta se me pianta un lagrimón, que la niña entra con mi padre, que buscamos fotos para el video (me opuse, pero ganaron las ganas de mi hermana), que con los zapatos me saca una cabeza, y toda esa cursilería, y es que este cumpleaños me tiene a puro moco tendido.
Hace casi quince años soy “La Tita” y también la madrina de Antonella, con la tenemos un vínculo de muy poca tolerancia y ante cada reclamo mío la insolente responde: mi mamá dice que soy igual a vos, como si esa frase fuese un consuelo o un argumento.
Soy de esas tías que parecen no tener sentimientos, pero en realidad estos niños, en especial la mocosa, me tienen loca de amor y poseo la certeza de que este cumpleaños me dejará agotada y con los sentimientos húmedos.
Soy de las tías que ponen apodos y enseña insultos que jamás aplicarán (salvo dos sobrinos díscolos que tengo que sí los utilizan), soy de las tías que no abrazan ni les recuerda cuánto los ama. Quizás, pese a que son niños, creen que su tía es un tantito fría.
Sin embargo, en dos semanas, mi única sobrina mujer, Antonella, cumple 15 años. No soy fanática de estas celebraciones del mundo occidental, odio toda esa parafernalia y me joden las fiestas multitudinarias, sin embargo (y vamos de nuevo) vengo moqueando desde que compramos la tela para el vestido; cada suceso vinculado a la celebración me hace correr la mirada, cambiar de tema y esconderme detrás de los lentes, aunque intuyo que mi hermana lo sabe.
Ante cada detalle de la fiesta se me pianta un lagrimón, que la niña entra con mi padre, que buscamos fotos para el video (me opuse, pero ganaron las ganas de mi hermana), que con los zapatos me saca una cabeza, y toda esa cursilería, y es que este cumpleaños me tiene a puro moco tendido.
Hace casi quince años soy “La Tita” y también la madrina de Antonella, con la tenemos un vínculo de muy poca tolerancia y ante cada reclamo mío la insolente responde: mi mamá dice que soy igual a vos, como si esa frase fuese un consuelo o un argumento.
Soy de esas tías que parecen no tener sentimientos, pero en realidad estos niños, en especial la mocosa, me tienen loca de amor y poseo la certeza de que este cumpleaños me dejará agotada y con los sentimientos húmedos.
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