Cuando la conocí admiré su dulzura y envidié su alegría. Estaba enferma, sin embargo disimulaba cualquier tristeza con su sonrisa, tenía de esas sonrisas claras, limpias, de ojitos achinados. A las dos nos gustaba Ismael Serrano y encabronamos al español recordando canciones de su coterráneo.
Mientras la veía jugar al pool yo pensaba que si la enferma fuese yo me tiraría en una cama a quejarme, tarea nada complicada considerando que estoy sana y me quejo a cada instante.
Al conocernos nos despedimos deseando volver a encontrarnos.
Cuando me contaron de su muerte se me quebró el alma en pedacitos.
Y pese a que creo que Dios está muy ocupado, por lo que preferí abandonarlo, anoche me dormí rezando por vos.
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