4 de abril de 2010

Los zapatos rojos


Mariano quería a X, X no quería a Mariano… y si, la vida es un eterno desencuentro.

X carece de la virtud de la paciencia, Mariano era tenaz. X le había dicho NO infinidad de veces, Mariano insistía.

La señorita X, inescrupulosa y un tanto indigna, tenía la certeza de que las personas tienen un precio, al menos ella lo tenía cuando consideró que era viable cobrar por sexo. Mariano, que se conformaba con poco, aceptó.

X resultó ser una excelente comerciante, con inequívoca frialdad negoció el precio del servicio, pautó hora y lugar, sin titubear, sin mostrar una pizca de vergüenza y mucho menos sentimiento.

La noche del trabajo, Mariano buscó a X, siempre tan caballero, e intentó impresionarla con su casita blanca en el country, su auto, sus historias de empresario, sin embargo, Mariano estaba a kilómetros de entender que X no se obnubila ante un par de ladrillos.

El servicio fue agradecido por el cliente, X tomó su dinero ganado con esfuerzo, recogió sus prendas de diseñador y prefirió tomar un taxi de regreso. Sin culpas, sin mambos, y ante todo, sin sentimientos, X estaba a salvo. Sólo fue un trabajo.

Al fin de cuentas, fue un negocio redondo: Mariano consiguió tener a X (sólo la parte que pudo comprar) y ella obtuvo un cliente satisfecho y el dinero para sus zapatos rojos.

3 comentarios:

emiliano hk dijo...

Muy buena historia amiga. espero que actualice mas seguido. beso. perdon el comentario tan corto pero tengo sueño.

Anónimo dijo...

Precio... quiero el precio. Parece que vale la pena.

Fernanda. dijo...

Emiliano: Gracias amiguito, yo también espero actualizar más seguido, entre otras cosas jajajaja.

Martín: Voy a mirar, bah, ya anduve mirando.

Anónimo: jajajajajajajajajajajajajaja.