Por estos días se mató a un niño en el vientre de su madre idiota.
Las feministas gritan que la ley las ampara, que el violento de un ultraje puede ser subsanado evitando a la madre padecer a un feto que la retrotrae hacia el momento de la violación.
Las voces contra el aborto braman por el derecho del niño, ahora ausente.
Los médicos sustituyen el fonema asesinato, aborto, legrado por PROCEDIMIENTO (todo con mayúsculas), es cierto, al oído social le joden los abortos.
Y las cámaras corren detrás de la primicia, de la hora y el día del hecho para disputarse al feto como trofeo a la cobertura. Mientras el médico coquetea con la postura de que su tarea es dar vida, mientras el día anterior la quitaba.
La justicia se ajustó la venda. La muerte no estaría ordenada por su mano. La curadora era la responsable, a quien el dedo social condenatorio podría señalar.
La madre sólo era una portadora, su demencia diagnosticada le impedía leer la vida que engendraba.
Los que están a favor dicen que se sentó jurisprudencia (quítenle la silla), el cura proclama la declaración internacional de los derecho del niño, el medico se defiende ante la duda, el sistema provincial de salud yace en su inoperancia constante. La prensa ya anda detrás de otra presa. Y hoy de nuevo, tenemos un niño muerto.
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