(Permiso, voy a ser cursi, de nuevo)
Hay días en los que las personas me crispan los nervios, me decepcionan, me faltan el respeto y la tristeza es enorme. Días en los que un gil me empuja en el colectivo, un púber irresponsable maneja el carro del supermercado, un remissero me quiere meter la mano en el bolsillo, un cliente no respeta mi trabajo. Días en los que papá mal trata, hermana mira hacia el costado, hermano vive para el qué dirán, mamá desaparece. Son días en los que el despertador me grita al oído, pero prefiero quedarme quietecita en la cama para que nadie se entrometa en mi pedacito de paz. En esos días, tan reiterativos últimamente, sólo dos seres me permiten relajar los músculos. Con Federica y Bruno accedo a sonreír.
Que hace dos días dormimos pegoteados porque Federica se comió un chicle entre las sábanas es sólo un detalle, y mientras mastico bronca contra la especie humana, tan evolucionada, Bruno llora (como es su costumbre), le grito y corro a ver qué le pasa, entonces el pavote tiene su amorfo cuerpo atrapado por intentar meterse entre una reja y me olvido del gil del colectivo y estallo entre carcajadas mientras lo socorro.
Estos días en los que tengo miedo de mí, me preservo en la casa, y ellos se tiran de las orejas, se corretean, Federica le muerde un huevo al flaco y él llora como mujer. Y cuando busca revancha
Cuando la beso a Federica se va, no le gusta las demostraciones se cariño (esta perra se parece a su dueña) y la correteo, pero es rápida la porquería y se mete en recovecos inaccesibles y me olvido del remissero ladrón.
Hay días en los que me duelen los huesos por las malas intenciones de la gente, pero me distraigo y Federica trepa una verja y mete su gordo cuerpo, se escabulle y la encuentro en la calle pidiendo disculpas con los ojitos por no haber podido resistir sus instintos de callejera y me río. Y nosotros tan evolucionados que somos!.
Y entre los tres armamos discursos, el Bruno me dice mamá, Federica me llama señora y todo le chupa un huevo. Él suele quejarse de que éramos felices hasta que llegó
Y pese a los dolores de espalda y la acidez que me generan los humanos, cuando los tres salimos a caminar, ejercicio necesario porque a Federica las patas se le confunden con los rollos (en eso también se parece a su dueña) me permiten relajarme y dejar de pensar en la muchachada que me tocó en suerte con lazos de sangre, aunque a las tres cuadras la gorda pida ser llevada en brazos y el resto del camino se trate de arrastrar a la perra.
Y sí, esto puede ser una animalada, pero entre tantos humanos que me circundan prefiero la paz del hogar acompañada por las salchichas. Aunque me levante con 12 kilos de pelos castaños sobre la espalda o los lengüetazas en la cara (que odio) de Federica.
Últimamente los humanos no hacen más que sumarme engaños y mentiras, entonces opto por dejarme lamer las heridas por dos perros, al menos hasta que pueda salir de nuevo al mundo.
Feliz día del animal, queridos humanos.
(Y mi deseo es el mismo que el del año pasado: seamos más animales).
Federica cuando era una cachorrita inofensiva y Bruno con su mirada profundamente triste.
"No me importa saber si un animal puede razonar. Sólo sé que es capaz de sufrir y por ello lo considero mi prójimo".
2 comentarios:
Linda historia, una pincelada sobre el vínculo que mantenés con tus queridas mascotas. Recuerdo una frase de un cuadrito que colgaba en la sede del POA (perro ovejero alemán, institución de la que era socio en mi adolescencia), que decía: "el perro es el único amigo que se compra, pero es el único amigo que no se vende". Besos.
me encantó lo que escribiste, y por como lo decís. Pero también porque mis veces sentí eso con mis perros, y todavía hoy, aunque ya hace varios años que no los tengo mas, cuando estoy triste es cuando mas los extraño.
un beso
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