Los nuevos conocidos suelen obnubilarse ante la vida de X. Comentan que es inquieta, inteligente, y los ojos (antes extraños) brillan asombrados y ante todo atentos por descubrir cómo X puede realizar tantas y tan disímiles actividades en 24 horas.
Las conversaciones suelen ser abarcadas por la voz gigante de X, y siente habitar el plexo solar mientras observa esos ojos brillando ante una vida propia vacía frente a la suya, una X tan poblada de planes, esperanzas y excelentes realidades.
Sin embargo, en el minuto cuarenta aproximadamente esos ojos volverán a ser vacíos, lejanos. Ya no estarán maravillados por X, es el minuto en el que la historia parece cerrarles y X no es maravillosa.
Luego de la media hora llega la pregunta lapidaria: ¿Tenés novio?, y no, X se saltó esa parte de la exigencia social. Todo se cae, ahora importa nada.
A X no suele molestarle que esos ojos se abstraigan hasta ser extraños nuevamente, pero en ocasiones, también su vista se aleja y no le importa demasiado amar su trabajo, su fortuna ante la realización de sus planes y sus proyecciones le parecen vacías. A veces, X, sólo quisiera cumplir con el pedido social. No para contentar retinas ajenas, sino simplemente, para que los que brillen sean sus ojos.