28 de abril de 2010

Animaladas


(Permiso, voy a ser cursi, de nuevo)




Hay días en los que las personas me crispan los nervios, me decepcionan, me faltan el respeto y la tristeza es enorme. Días en los que un gil me empuja en el colectivo, un púber irresponsable maneja el carro del supermercado, un remissero me quiere meter la mano en el bolsillo, un cliente no respeta mi trabajo. Días en los que papá mal trata, hermana mira hacia el costado, hermano vive para el qué dirán, mamá desaparece. Son días en los que el despertador me grita al oído, pero prefiero quedarme quietecita en la cama para que nadie se entrometa en mi pedacito de paz. En esos días, tan reiterativos últimamente, sólo dos seres me permiten relajar los músculos. Con Federica y Bruno accedo a sonreír.

Que hace dos días dormimos pegoteados porque Federica se comió un chicle entre las sábanas es sólo un detalle, y mientras mastico bronca contra la especie humana, tan evolucionada, Bruno llora (como es su costumbre), le grito y corro a ver qué le pasa, entonces el pavote tiene su amorfo cuerpo atrapado por intentar meterse entre una reja y me olvido del gil del colectivo y estallo entre carcajadas mientras lo socorro.

Estos días en los que tengo miedo de mí, me preservo en la casa, y ellos se tiran de las orejas, se corretean, Federica le muerde un huevo al flaco y él llora como mujer. Y cuando busca revancha La Negra lo desafía con la mirada, levanta las caderas y mueve la cola (pero cuando mueve la cola mueve la mitad del cuerpo) me divierto y me olvido del púber de mierda.

Cuando la beso a Federica se va, no le gusta las demostraciones se cariño (esta perra se parece a su dueña) y la correteo, pero es rápida la porquería y se mete en recovecos inaccesibles y me olvido del remissero ladrón.

Hay días en los que me duelen los huesos por las malas intenciones de la gente, pero me distraigo y Federica trepa una verja y mete su gordo cuerpo, se escabulle y la encuentro en la calle pidiendo disculpas con los ojitos por no haber podido resistir sus instintos de callejera y me río. Y nosotros tan evolucionados que somos!.

Y entre los tres armamos discursos, el Bruno me dice mamá, Federica me llama señora y todo le chupa un huevo. Él suele quejarse de que éramos felices hasta que llegó La Negra a romper el orden del hogar, suele pedirme que la tire en la calle. Ella también presenta sus quejas, sostiene (porque lo hace con convicción) que su marido es un maricón, que corretea el día entero a pájaros inexistentes, además se queja de sus ladridos y de la tristeza intrínseca que tiene ese animal.

Y pese a los dolores de espalda y la acidez que me generan los humanos, cuando los tres salimos a caminar, ejercicio necesario porque a Federica las patas se le confunden con los rollos (en eso también se parece a su dueña) me permiten relajarme y dejar de pensar en la muchachada que me tocó en suerte con lazos de sangre, aunque a las tres cuadras la gorda pida ser llevada en brazos y el resto del camino se trate de arrastrar a la perra.

Y sí, esto puede ser una animalada, pero entre tantos humanos que me circundan prefiero la paz del hogar acompañada por las salchichas. Aunque me levante con 12 kilos de pelos castaños sobre la espalda o los lengüetazas en la cara (que odio) de Federica.

Últimamente los humanos no hacen más que sumarme engaños y mentiras, entonces opto por dejarme lamer las heridas por dos perros, al menos hasta que pueda salir de nuevo al mundo.

Feliz día del animal, queridos humanos.





(Y mi deseo es el mismo que el del año pasado: seamos más animales).







Federica cuando era una cachorrita inofensiva y Bruno con su mirada profundamente triste.


"No me importa saber si un animal puede razonar. Sólo sé que es capaz de sufrir y por ello lo considero mi prójimo".

Mahatma Gandhi

25 de abril de 2010

Señor, confieso que he pecado III.




Las ferias americanas, la venta de ropa usada o cualquier lugar donde tenga que dejar dinero a cambio de un objeto (generalmente sin valor) suelen ser una debilidad, equiparable al exceso de alcohol, el tabaco o el buen sexo.

Y hoy visité una feria americana. Demás decir que necesitaba todo lo que comerciaban.
El mini vendedor tenía cerca de 15 años, elegí un chaleco, un vestido y un pijama, la suma de la compra oscilaba entre los 70 u 80 pesos (una ganga), pero tenía que negociar así que confrontamos: el cuasi adolescente y la adulta. Ahora tengo tres prendas por las que pagué 53 pesos. Qué miserable.


Además le rogué a mi amiga que me regale el short más feo y absurdo de la feria. Tengo cuatro prendas.


Confieso que he pecado de rata y ridícula.

No me olvides.

Había una vez un domingo, sobre él andaba una niña irascible que tenía unas “no me olvides”, una canción y algunos textos que le recordaban a un cretino.
La niña estaba re podrida de la tristeza instalada así que echó las flores a la mierda y asesinó al recuerdo.




19 de abril de 2010

Diálogo absurdo.


En nuestra historia familiar sólo tuvimos cuatro perros, por lo que supongo que recordar sus nombres no debe ser una tarea difícil, claro que mi padre resulta ser la excepción de casi todas las reglas.


Mi padre: (gritándole al perro) ¡Homero, Homero!... ¿Ves Fernanda que tienes un perro tonto?, ni siquiera me mira.

Mi persona: Boly, Homero murió hace dos años y era negro, éste es marrón y se llama Bruno.



(Vale decir que Bruno y mi padre se cruzan en la casa hace más de un año).

18 de abril de 2010

Canción de Domingo XVIII



Media Verónica.



Media Verónica despierta
le molestó la luna por la ventana abierta.

Llegó una carta desde el frente el cántaro se rompe
y se secó la fuente.

Va a decidir qué hacer cuando despierte del todo y borrar
con la mano lo que ayer escribió con el codo.

Habrá que ver
si la crónica Verónica reacciona
la Verónica mitad
tiene muy poca maldad
pero está cansada de esperar.

Media Verónica está rota
no tiene muchos años pero le hicieron daño
rompió una lanza por la risa
pero no tiene prisa y se ríe muy poco.

No va a saber qué hacer cuando no sople más viento
no sabe distinguir el amor de cualquier sentimiento
quiere vivir
una vida diferente cada día
la Verónica-mitad
está en la flor de la edad pero está cansada de esperar.

En la ventana hay una nota: el pájaro no vuela
tiene las alas rotas.

Media Verónica lamenta
que el tiempo se consume y lo demás no cuenta.

La vida es una cárcel con las puertas abiertas
verónica escribió en la pared con la tripa revuelta
nada que ver
no habrá flores en la tumba del pasado
la Verónica mitad dice siempre la verdad
pero está cansada de esperar.


Andrés Calamaro.

Sábado



Un “te extraño mucho”, seguido por: te amo de verdad, más un “no tienes que temer nada de nada malo”, sazonado con: yo te elijo 100 por ciento y duele el recuerdo, la herida que no cierra. Los mensajes retumban y vulneran una y otra vez. Nublan la visión. Demasiados por qué. Quería ser. Abrazando la nada. El “te extraño” estalla contra una mente que no comprende la desidia. La madrugada es una pésima compañera de nostalgias. Qué habría sido. Qué harás ahora. Cómo estás. Qué paso. ¿Te dolerá tanto como a mi?. Silencio.

Fue un sábado, similar al de hace 16 años. Fue un “hasta mañana” sin retorno.

“Ya pasará” es la frase de cabecera actual. Y no pasa, no se va, la reminiscencia no perece.

“Nena nadie te va a hacer mal, excepto amarte”. Hizo mal. No era necesario.

(re) Flexión del día

Cuando sea grande quiero ser como la Señora de la película "Un sueño posible".

10 de abril de 2010

Duda (casi) existencial


¿Por qué será que el 97 por ciento de los señores remisseros que me trasladan a diario tienen el dial sintonizado en un radio tropical, de esas que hieren el oído medio e interno?

Canción de domingo XVII

19 días y 500 noches


Lo nuestro duró
lo que duran dos peces de hielo
en un wisky on the rocks,
en vez de fingir,
o, estrellarme una copa de celos,
le dio por reír.
De pronto me vi,
como un perro de nadie,
ladrando, a las puertas del cielo.
Me dejó un neceser con agravios,
la miel en los labios
y escarcha en el pelo.
Tenían razón
mis amantes
en eso de que, antes,
el malo era yo,
con una excepción:
esta vez,
yo quería quererla querer
y ella no.
Así que se fue,
me dejó el corazón
en los huesos
y yo de rodillas.
Desde el taxi,
y, haciendo un exceso,
me tiró dos besos...
uno por mejilla.

Y regresé
a la maldición
del cajón sin su ropa,
a la perdición
de los bares de copas,
a las cenicientas
de saldo y esquina,
y, por esas ventas
del fino Laina,
pagando las cuentas
de gente sin alma
que pierde la calma
con la cocaína,
volviéndome loco,
derrochando
la bolsa y la vida
la fui, poco a poco,
dando por perdida.
Y eso que yo,
paro no agobiar con
flores a María,
para no asediarla
con mi antología
de sábanas frías
y alcobas vacías,
para no comprarla
con bisutería,
ni ser el fantoche
que va, en romería,
con la cofradía
del Santo Reproche,
tanto la quería,
que, tardé, en aprender
a olvidarla, diecinueve días
y quinientas noches.

Dijo hola y adiós,
y, el portazo, sonó
como un signo de interrogación,
sospecho que, así,
se vengaba, a través del olvido,
Cupido de mi.
No pido perdón,
¿para qué? si me va a perdonar
porque ya no le importa...
siempre tuvo la frente muy alta,
la lengua muy larga
y la falda muy corta.

Me abandonó,
como se abandonan
los zapatos viejos,
destrozó el cristal
de mis gafas de lejos,
sacó del espejo
su vivo retrato,
y, fui, tan torero,
por los callejones
del juego y el vino,
que, ayer, el portero,
me echó del casino
de Torrelodones.

Qué pena tan grande,
negaría el Santo Sacramento,
en el mismo momento
que ella me lo mande.

Y eso que yo,
paro no agobiar con
flores a María,
para no asediarla
con mi antología
de sábanas frías
y alcobas vacías,
para no comprarla
con bisutería,
ni ser el fantoche
que va, en romería,
con la cofradía
del Santo Reproche,
tanto la quería,
que, tardé, en aprender
a olvidarla, diecinueve días
y quinientas noches.
Y regresé...etc


Joaquín Sabina

Diálogo absurdo

Francisco tenía tres años, había sido bautizado años atrás, como indica la lógica (ja!). Diálogo entre mi padre y mi hermana:

P: Baby, ¿cuándo lo van a bautizar a Pancho?, porque ya está grande.
B: (Ojos abiertos bien grande, puteada retenida entre los dientes) A Francisco lo bautizamos hace dos años… y vos sos el padrino.




(Sí, mi padre olvida ese tipo de detalles).

Quitapesares



El 2010 de a poquito se deja domar. Las piezas muy despacito pretender encajar para dejar en el pasado la incertidumbre y algunos pesares de los primeros meses.

En estos días las sonrisas se dibujaron con una línea delgada, inconstante, pero con ganas de verla en el espejo.

He vuelto a trabajar, a bañarme, peinarme… no, eso no voy a hacer por ahora. Los abrazos ahora contienen, las voces se dejan escuchar. Los recuerdos (de los tristes) se sumaron, aún duelen, pero nuevamente tengo la certeza de que sobreviviré, ya sin esperanzas.

El desorden, el desamor, las mentiras y los fracasos de enero, febrero y marzo se afincaron y volver a ser lo que nunca fui, volver a pretender ser un alguien es una tarea por demás enmarañada, pero ahora, al menos, me sonrío.

Un vino con amigos, un alivio entre tortas de chocolate, el abrazo honesto entre mis muchas preguntas fueron un aliciente para tanta desazón.

Despacito se curarán las heridas.

4 de abril de 2010

Los zapatos rojos


Mariano quería a X, X no quería a Mariano… y si, la vida es un eterno desencuentro.

X carece de la virtud de la paciencia, Mariano era tenaz. X le había dicho NO infinidad de veces, Mariano insistía.

La señorita X, inescrupulosa y un tanto indigna, tenía la certeza de que las personas tienen un precio, al menos ella lo tenía cuando consideró que era viable cobrar por sexo. Mariano, que se conformaba con poco, aceptó.

X resultó ser una excelente comerciante, con inequívoca frialdad negoció el precio del servicio, pautó hora y lugar, sin titubear, sin mostrar una pizca de vergüenza y mucho menos sentimiento.

La noche del trabajo, Mariano buscó a X, siempre tan caballero, e intentó impresionarla con su casita blanca en el country, su auto, sus historias de empresario, sin embargo, Mariano estaba a kilómetros de entender que X no se obnubila ante un par de ladrillos.

El servicio fue agradecido por el cliente, X tomó su dinero ganado con esfuerzo, recogió sus prendas de diseñador y prefirió tomar un taxi de regreso. Sin culpas, sin mambos, y ante todo, sin sentimientos, X estaba a salvo. Sólo fue un trabajo.

Al fin de cuentas, fue un negocio redondo: Mariano consiguió tener a X (sólo la parte que pudo comprar) y ella obtuvo un cliente satisfecho y el dinero para sus zapatos rojos.

De compras


El mundo moderno nos ofrece infinidad de ofertas para limpiar las penas. Hay quienes prefieren llorar sus culpas de rodillas en una iglesia, quienes escogen comprar horas para hablar de sus dramas con un psicólogo, están los que eligen al psiquiatra, los que optan por amigos, los que prefieren el silencio.

También estamos los que preferimos meter la tierra debajo de la alfombra y darle tarea al tiempo, esperando que sea un óptimo remedio que traiga perdón y olvido. Mientras tanto, porque el tiempo se toma su tiempo para trabajar, llenamos las horas de malos recuerdos con pequeños detalles que nos colman de alegría, aunque el afuera lo vive como un frivolidad.

Todas mis penas de amor, de trabajo; mis frustraciones familiares, vinculares y demás, me encuentran en un probador llorando mi fracaso. Así fue como comencé a coleccionar zapatos, cada uno de esos pares representa un abandono, una pérdida.

La primera vez que conté mis ochenta pares sentí un gran pesar, y una tristeza inmensa, porque son 80 momentos de frustración. Pero recuerdo que el momento de la adquisición, el instante donde los elijo, la rutina de pasar por la caja, sacar mi billetera, ese momento me llena de placer, de alegría y me dibuja sonrisas de muchos dientes.

Me he encontrado en la calle, llena de bolsas, cargada de objetos de diseño, de prendas bellísimas, olvidando la desdicha… sin embargo, es una satisfacción que dura segundos.

Y suelo preguntarme por qué escapo hacia los locales de ropa, zapatos y carteras cuando estoy triste, hace poco descubrí la respuesta: cuando compro soy feliz, la gente que me entrega el producto me sonríe y sus labios arqueados hacia arriba son símbolo de aprobación; cuando compro asumo que puedo tener lo que quiero, que nada se me resiste, todo es asequible, no tengo límites y no hay excusas, no hay sentimientos, sólo lo quiero y se entrega.

Soy una fetichista por excelencia, cada objeto de mi inmenso placard tiene significancia, representa un hecho ya ausente, viene a ocupar un espacio que se convierte en recuerdo vívido. Y entre tantas penas he logrado acumular infinidad de prendas, de zapatos, de botas y un centenar de carteras, todos me dieron felicidad momentánea, casi insignificante.

Y esto ayuda a responder otra pregunta, una que las no dejan de hacerme: por qué trabajo tantas horas. Entre otros motivos, supongo que sólo puedo controlar mi economía, que necesito dinero para limpiar dolores y por eso paso horas interminables cosiendo, cortando, leyendo, sumando, vendiendo.

Y así ando hace 12 años, perfeccionando mi capacidad de esconder debajo de la alfombra, dibujándome sonrisas superfluas, pero que me generan tranquilidad, aunque cada vez necesite más horas de trabajo para poder pagar mis deudas con el fracaso.

3 de abril de 2010

Recuento

Saldo del último estrago de un amontonamiento de sentires:

* Una balanza que acusa seis kilos adquiridos a fuerza de grasas.
* 14 días sin registrarse la presencia de un peine en esta melena extraña.
* 6 días sin pasar por la ducha.
* Infinidad de cigarrillos consumidos.
* Dedo índice de la mano izquierda absolutamente amarillo.
* 4 días con el mismo par de medias.
* Bolsas y ojeras hasta la rodilla.
* Incontables horas frente a la caja boba.
* Vómitos y agudización del vértigo.
* Insomnio insoportable.
* 14 días sin trabajar.
* Malhumor instalado.
* Un par de abrazos secos.
* Silencio absoluto.
* De rodillas, sin encontrar excusas para levantarse.
* Se ha decretado el fracaso de la esperanza.
* El alma deshilachada.

… y todo puede ser peor.

Canción de domingo XII







Seminare



Quiero ver, quiero entrar,

nena, nadie te va a hacer mal,

excepto amarte.

vas aquí, vas allá,

pero nunca te encontrarás

al escaparte.


No hay fuerza alrededor,

no hay posiones para el amor,

¿dónde estás?, ¿dónde voy?

porque estamos en la callede la sensación,

muy lejos del sol

que quema de amor.

Te doy pan, quieres sal,

nena, nunca te voy a dar

lo que me pides.


Te doy dios, quieres más,


¿es que nunca comprenderás

a un pobre pibe?


Esas motos que van a mil,

sólo el viento te hará sentir,

nada más, nada más.

Si pudieras olvidar tu mente

frente a mí,

sé que tu corazóndiría que sí.


No hay fuerza alrededor,

no hay posiones para el amor,

¿dónde estás?, ¿dónde voy?

porque estamos en la calle

de la sensación,

muy lejos del sol

que quema de amor.
Serú Girán.