26 de diciembre de 2009

Carta para un traidor

Cuando te fuiste aquella tarde grité la injusticia.

“El que avisa no traiciona”, ese era tu cliché de cabecera, tu escudo ante el irremediable daño que llegaba, irremediable porque así lo quisiste. Y me dolió (mucho) y lloré como hace 10 años atrás, cuando era una adolescente que no entendía que la vida es injusta, como esa niña de hace una década que no soportaba los “no”.

Mi persona venía derrotada, con el alma en default, la esperanza en bancarrota y el corazón apenas si latía.

Te avisé del riesgo de amarme estando herida, y era una herida que sangraba, de esas que duelen y quizás no cicatricen, y por todo el cariño que suponía, no podía volver a cometer permití que la esperanza se imponga ante la experiencia.

La ecuación fue una pérdida absoluta, ya no de noches entre agua salada, ahora era una pérdida total de esperanzas, donde se liquidaron las ganas, las expectativas y ante todo el sentimiento.

Los sí, los no, los te dejo, no te vayas, seamos amigos, seamos extraños. Y llegó el “no me haces gracia”, claro, ya no podías tener más de mí. Y te necesité, justo cuando abandonaba mi pseudoequilibrio, cuando todito se hacía mierda te necesité y te fuiste. La traición no merece perdón, esa es una regla de oro.

Odiabas que sea una “niña bien”, odiabas mis costumbres, mis formas, mis perros, mis zapatos, sin embargo Mi Persona te llenaba de regalos, porque quería que conozcas el cariño sincero, quería reinvindicar mi muerto, quería perdonarme, quería intentar una vez más. No me dejaste.

Como un cobarde desertaste ante un cariño que no pudiste manejar. E insistías en que no podías, pero decías que me amabas. El no poder no está en mi universo de posibilidades (vaya redundancia), menos aún cuando hay sentimiento… y no lo entendí. Aunque debería haber recordado que los amores cobardes no llegan a historias.

De repente me quedé sin mis abrazos grandotes, ya no tenía anécdotas repetidas que escuchaba una y otra vez como si fuese la primera, ya no tenía quién velase mis malos sueños mientras me rascaba la cabeza diciéndome despacito que todo estaría bien, ya no tenía la mano que me llevaba, ni ese que inspiraba las sonrisas más grandes y esas carcajadas que hacen doler las mandíbulas, y la cama volvió a ser demasiado grande, y de nuevo sólo tuve malos recuerdos de una historia que no fue bonita.

Yo pagué el abandono, ese sentimiento que me persigue desde aquella mañana, hace 16 años, en que me desperté y no estaba la ropa de mi mamá en el placard, y no lo puedo soportar. Me joden los abandonos no provocados y como una niñita suelo decir que no hice nada para que mi mamá se vaya. Mi Persona no se portó mal la vez en que fue abandonada por otra, Fernanda no eligió que el hombre que más amó se colgara de una soga. Cuando te comenzó a querer suponía que no soportaría otro abandono. Y no se equivocó. La tormenta tronó por el dolor, pero no hay que olvidar: “el que avisa no traiciona”.

Mi persona pagó la traición, y en un sueño te veía irte y tu imagen se hacía chiquitita y yo no te perseguía, y así fue el final.

Mi persona no entendía, X se negaba a aceptar el discurso y Fernanda, disociada, volvía a odiarse ante el error por darse una oportunidad.

Para no dejar dudas del abandono hubo una estocada final que la diste con la crueldad y tuve que retirarme, ya había perdido. Aún sabiendo que era chiquita y que estaba dispuesta a todo por amor llegó el tiro de gracia, innecesario, por supuesto. Con un final gritando: “no tienes idea lo que se siente” y no te importó, no tenías idea lo que se sentía.


Actualmente desconozco qué es lo mejor. Sin embargo, pese a todo, me perdono y ante todo, mientras rompo la regla de oro, te perdono. Te perdono y no tengo argumentos que avalen mi elección. Quizás simplemente quiero dibujarte más sonrisas, no lo sé.








(Y bueno, "si no hay amor, que no haya nada entonces, alma mía...")

1 comentario:

Anónimo dijo...

hermoso ,alto,duro,muy fuerte,lindo .como creciste ,la felicito ,,de todo corazon!!
gamexanne