8 de abril de 2009

(Vocación)

Cuando era menos grande quería curar animales, la idea se fue deshojando cuando me enteré de que no era apta para entender de procesos químicos. Entonces quería ser grande, suponía que papá siempre estaría conmigo. Pero sabía que no podíamos estar juntos, Tucumán fue una excelente opción para irme de mi casa y seguir cerca.
Hace casi una década ya descreía tímidamente de la tan mentada vocación, y cuando tuve que decidir qué iría a hacer fuera de mi casa, tan lejos pero cerquita, opté por lo sencillo, descarté y quedó mi pasión por la lectura y la historia. Letras parecía ser el camino más seguro, pero me acobardó la institución pública, preferí ser un número con un signo pesos adelante antes que ser sólo un número. Y me inscribí en Comunicación Social, de la que sólo me importó el tener grandes cantidades de horas de historia y “lengua” ja.
Mi universo estaba integrado por el cariño hacia los animales, la ropa y mi minúsculo grupo de seres amados. Tucumán parecía ser la dirección del crecimiento y sobretodo, la forma de despegarme de mi familia y sus conflictos. Vivir sola no sería problema, pues ya había ejercido el papel tan odiado de pseudo ama de casa.
Todo marchó excelentemente, salvo por el hecho de lo mucho que me cuesta socializar, de cuánto me gusta llorar, de lo conflictiva que soy, de armar valijas y querer volver a mi casa, de separarme de todos mi nuevos amigos, salvo eso, la carrera marchó muy bien.
El problema era que no me interesa la idea de ser periodista, yo sólo quería leer y enterarme. Me recibí, porque jamás abandono (simple capricho, nada de tenacidad). Y había otro inconveniente, avisarle a papito que pese a tener los títulos el ejercerlos no estaba entre mis ideas y después de cuatro años había descubierto la vocación negada. La intelectual malcriada quería vestir muñecas y ahogada entre sollozos no quedó otra que avisar.
El hombre de la casa, el dotor (mi hermano) sólo hizo una mueca, de esas que odio, la madre de la familia (mi hermana) gritó a los cuatro vientos que era una malcriada que nada me costaba en la vida, Boly (el que debería ser el padre) gritó un poco más y fuerte (como siempre), pero accedió (como siempre). La nena que había pasado los 20 años quería empezar de nuevo y se inscribió en diseño de indumentaria. Las burlas fueron numerosas.
Con grandísima tenacidad aprendí a dibujar, a diferenciar a Kandinsky de Monet (esa es fácil), el puntillismo del dadaísmo, me derritieron la intelectualidad a fuerza de laburo. Aprendí lo que significaba el insomnio, el dolor de espalda, el NO y otro NO de nuevo. Y me enamoró. Las ojeras y las manos sucias se hicieron una constante. El mundo femenino se me presentaba y yo maravillada lo contemplaba. Ejercí desde la primera semana del cursado. Todo lo aprendido de niña en la casa de mi abuela vino a la memoria, tejer es como andar en bicicleta. Ya no me embebía en los dramas familiares, ya no corría para consolar a papito, ya no quería ser una intelectual. Amaba mi mundo femenino mis lápices de colores y las telas cubrían los libros, Homero se divertía devorando sabrosos lápices. Y me encontré siendo feliz.
Hice mi primer vestido. Lo amé, lo odié.
Mientras tanto reciclaba zapatos.
Me enseñaron que el trabajo en equipo es productivo.


Tejía cual personaje del realismo mágico y de tanto tejer armé otro vestido.

Y un día compré mi taller.
Quise vivir vistiendo a mujeres. Tuve dos socias y perdí dos amigas.

Y un día volví a Santiago y nada volvió a ser lo que era.

8 comentarios:

Word dijo...

Me gustó la historia, me acordé de cuando decidí que me quería venir a estudiar a Fukin Baires (…y de lo boluda de mi decisión).

Tardé 8 años en recibirme de Ingeniero, ahora ya no puedo volver pero tampoco me puedo quedar. Lo peor de todo es que definitivamente tendría que haber estudiado otra cosa…

(Los dos cachorros que tenés son hermosos, allá en el sur me esperan mis dos siberianas, Luna y Dinka)

Fernanda. dijo...

Es feísimo el intersticio de sentir haber perdido el primer hogar y no encontrar un lugar en el actual. El dasarraigo es duro y triste.
Yo volví porque nunca me fui.
Estudia, tenemos toda una vida para aprender.
(En Santiago, donde vivo, no hay muchos siberianos, el clima no lo permite. Además tienen fama de fugitivos. Yo prefiero los de pelo corto, de pura comodidad ja).
Gracias por venir. Beso

Word dijo...

Hace 20 años que tengo perros siberianos y nunca se me escapó ninguno, eso que solo los entro a casa para que coman o cuando entran en celo.

Y en relidad volver a la casa de mis viejos me pondría incomodo yo me fuí con 18 años y no se si aguantaría la convivencia.

(LO QUE NO SOPORTO ES A BUENOS AIRES Y EN ESPECIAL A LOS PORTEÑOS!!!!) perdón el exabrupto...

Fernanda. dijo...

Mmmm.. los cancerianos son jodidos (diría mi madre cuando habla de mí), pero muy adaptables... yo disfruto de haber vuelto al hogar que dejé por 8 años siendo una adolescente. Y suelo pensar que tras casi una década de vivir sola me hace muy bien volver a lo primario.
En cuanto a los habitantes que nos reciben en esas ciudades extrañas, hay buenos, malos, hijos de puta y de los otros... como en cualquier parte el globo terráqueo. Yo aprendí a divertirme en Tucumán (ahí estudié). En vez de renegar de lo malo, me sentaría en el Tortoni a tomarme un café, pasearía por Corrientes de noche y visitaría Palermo por las tardes.
En cuanto a los perros, mis salchichas no pisan la calle, jajajaj..soy una paranoica, aunque sé que sólo yo los veo bellos. Jajaja.

el Rafa dijo...

"La intelectual malcriada quería vestir muñecas" me encanto esta frase y la forma en que planteaste toda la historia...
¿Hoy vestís muñecas?

Lorena Tapia Garzón dijo...

Nena, estás escribiendo lindísimo... Me encantó.

Fernanda. dijo...

Rafa: Hoy soy periodista e investigadora y el único cuerpo que visto es el mío, que nada se parece al de una muñeca ja. Pero volveré, por lo pronto soy una gran consumidora. Gracias, es muy lindo que guste.

Ay Lore gracias!, me hiciste poner colorada!. Besos, besos.

el_iluso_careta dijo...

buen post...
escuchando Vox Dei - 05 LIBROS SAPIENCIALES- LA BIBLIA 1971