23 de septiembre de 2010

Soñé que lo perdonaba. Que vivíamos juntos de nuevo.
La escena onírica planteaba un departamento con una puerta de servicio por donde veía salir a hurtadillas a una mujer. Recuerdo que en el sueño corría para verle la cara. Sabía que era con la que me engañaba, todo era muy real, como suelen ser los malos sueños.
Cuando me desperté él estaba parado en la puerta de mi habitación, pero soy un ser ante todo racional y me decía: no es él, es sólo una conjunción de sombras, estás delirando. De manera consciente sabía que los muertos no se andan apareciendo en las puertas. Pese a eso, sentí miedo, aunque no sé por qué.
Por la mañana, cuando la pesadilla pasó repasé esos dos tortuosos años en los que conviví con él, recordé las mentiras, los golpes; recordé cómo se rompía mi tan mentada esperanza, de cómo tocaba a otra en nuestra cama.
Hace más de un año que se mató, situación que lo viví con el sentimiento más primario, el de la supervivencia, era él o era yo. Sin embargo todos los otros malos recuerdos no se van. Y no, no estoy lista para volver a confiar.


3 comentarios:

INDIA dijo...

Oh, acabo de encontrar a una personita de santiago del estero igual que yo! :D
te deseo toda la suerte del planeta en el que vivimos n_n

Mel Blanc dijo...

Lamentablemente, me toca leer tu texto en un momento en que estoy con los cables pelados, así que sí, de acuerdo con eso de no confiar... Igual, tremenda historia la que contaste. Besos.

Caro Pé dijo...

Si tremenda historia...
beso