1 de marzo de 2012

Juego de coincidencias.

Ok, no debí haberlo empujado en mi insistencia por pagar el telo. Lo asusté. Pero flaco, pagas siempre vos. Hoy quería hacerlo yo y eso no significa que seas un prostituto (aunque haces muy bien tu laburo) ni un macho improductivo. Soy torpe, ya lo sabemos.
Y lo asusté nomás. Algunos dicen que mi independencia apabulla. Otros creen que lo que acobarda es mi vínculo con el dinero.
Tachemos a F.
Honestamente no me interesa el problema que tienes en la nariz o en las cuerdas vocales (perdón, no te estuve prestando atención) que no te permiten relatar tus entretenidos partidos de fútbol, la verdad es que no entiendo ni jota. Para mí las ligas son pornos y van en las piernas.
Además no te invité a dormir, hacé tu trabajo y retirate. Yo no quiero dormir con vos, me niego a tener una relación. Sos mi fija, eso te da derecho a compartir la cama un par de horas. No estoy interesada en tu mal aliento matinal.
Tachemos a E.
Si te dije dos millones de veces que estamos perdidos agarrad la puta Guía T y ubicanos. Si pones cara de “resolvé vos” vas a llamar a las bestias de la ira.
Y no, no tengo ganas de leerte ni media página de un texto que no me compete ni me interesa.
Tachemos a E (este es otro E).
La tienes chiquita, jamás lo confesaría. Te esfuerzas, eso es verdad, pero no alcanza. Nos vemos hace ocho años, y ya estoy aburrida. Prefiero quedarme a tomar mates con mi abuela.
Me caga de gusto cuando dices que me admiras, pero quisiera ser yo quien te admire.
Tachemos a A.
Prometes, prometes, prometes, pero te quedas dormido. Que el viaje, que el campo, que el jacuzzi del hotel no te gusta. Yo fumo de espaldas.
“Estás muy blanca, ¿por qué no tomas sol? Si me giro le apago el pucho entre los ojos.
Tachemos a I.
Se me están terminando los casilleros. Estoy liquidando las fijas.
Soy la que se queja por no entender a los hombres pese a haber sido criada por especímenes de ese género. Papá se esforzó por inculcarme independencia, me enseñó a poner cara de “te estoy escuchando”, me contó lo bien que se siente el ser halagado. Y no, no soy la clase de mujeres que buscan tipos similares a su padre. Electra no anduvo por acá.
Ambos salimos de caza, engañamos, envolvemos, nos mentimos. Él es mucho mejor que yo y tiene más recursos.
Siempre volvemos de madrugada, con una conquista más y un poco menos de esperanzas. Ambos creemos fervientemente en el amor, pero le huimos.
No busco un tipo como mi padre. Mi padre soy yo. La psicóloga tenía razón.

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