13 de julio de 2010

Del trabajo

Trabajar para mujeres es un verdadero dolor de huevos. Soy una consumista que llevo todo lo que me gusta sin joder a nadie más que a mi economía, quizás por esto no entiendo cómo hacen las féminas para convertir la dicha del comprar en una tarea casi filosófica.
Los rollos inexistentes, la papada invisible, los mitos con respecto al negro (sabelo: si estás hecha un elefante no habrá negro que lo disimule, para el caso sólo debes evitar el gris), la ridícula búsqueda de la prenda usable todos los días, la absurda creencia de que si ajusta se esconde (gran error, el rollo censurado buscará escapatoria por la espalda o por las caderas) me agotan y me hacen llorar de tanto reír. Todos los días (literalmente) debo lidiar con consultas más indicadas para psicólogos o psiquiatras que para una diseñadora.
El “medite vos” no lo entiendo, se supone que a mi me quedará como a la que pretendo usarlo o sólo quiere burlarse de mi?.
Desde pequeña carezco de la virtud de la paciencia y la sonrisa no me sale fácil, a menos que sea un buen chiste o que esté enamorada. Sin embargo le pongo onda, intento explicarle que por más bonito que sea el vestido blanco a la rodilla, talle 38, si medís 1,50 y pesás 70 kilos no te va a quedar bien, ni a gancho, no hay forma. Seguro te entrará pero será un laburo extra sacarte de ese pobre atuendo.
Siempre tengo la que da vuelta los percheros, los figurines, se mide tres veces la misma prenda y termina diciendo: No tenés una como la que vos tenés puesta? Jajajajajajajajaja hija de puta!.
Tampoco me falta la absurda que pide una remera naranja en invierno, cuando el naranja es un color de temporada y hace rato que no viene ni vendrá, además de ser un tono detestable sólo apto para chaquetas de verdulerías.
Adoro el trabajo en el taller donde sólo debo tolerar preguntas técnicas de modistas, problemas con hilos y falta de ideas, pero el tener a una clienta que mientras me endulza me pide pelotudeces me genera acidez y si intenta contarme que se peleo con el novio se va todo al carajo, yo no pienso jamás de los jamases ser una pseudo psicóloga de extrañas.
Me fascina la parte de la conversación donde las hinchapelotas deliran y yo imagino (mordiendo la sonrisa) las barbaridades que podría contestarles.
También tengo la que me consulta con qué se puede poner tal cosa… acaso soy la madre?, la amiga?, el espejo?, el sentido común?, qué onda?, te regalo el círculo (bien gráfico) de colorimetría y podríamos ser todas felices.
Me divierten las modernosas que le ponen nombres de frutas a los colores. No, flaca!, el rojo es un color, el tomate no!. El ojo puede llevar al cerebro una infinidad de nombres aprehendidos sobre los colores, entonces por qué tenés que llamar ladrillo al simple terracota.
Realmente no entiendo a la que me consulta sobre mi vida íntima o personal, qué tiene que ver?, yo quiero que compres ropa no que salgamos el viernes y me llames por teléfono mañana para saber qué voy a almorzar, ya tengo amigas, gracias.
Y cuando llevan más de media hora preguntándome, midiéndose, lamentándose por el cuerpito que les dio la naturaleza (y ellas se encargan de alimentar), renegando por la nariz que vino en el envoltorio original o consultándome si necesitan una cirugía (justo a mí me vienen a preguntar) es ese momento donde siento una profunda pena por los hombres que se despiertan al lado de estas hinchapelotas.
Vivir de lo que me apasiona no tiene parangón y servir a mujeres (pese a que me generan acidez) me hace reír mucho. Quizás si entendiesen que el novio que las dejó no va a volver por usar una linda prenda o que seguirán sintiéndose frustradas aunque el vestido les queda precioso, las cosas serían mucho más simples, aunque también muy aburridas.



2 comentarios:

Mel Blanc dijo...

Creo que sufrís demasiado en el trato con tus clientas; deberias tomarlo con más tranquilidad, jaja. Estuve espiando tu blog de diseños, pero lamentablemente no sé demasiado sobre el asunto (sólo me quedó claro que nada naranja en invierno). Besos.

Fernanda. dijo...

No lo sufro, sólo soy una quejosa por naturaleza. Me divierto tanto, tantísimo!... e intenté dar un giro al final de texto, pero me dio pereza cambiarlo entero.

Muy bien, nada de naranja en invierno ni en la temporada que viene, así que volvé a meter en el bolso esa remera naranja en la que crees verte tan sexy jajajaja.

En cuanto a mi ropa, es simple: te gusta o no te gusta ja, no hay que pensarlo tanto, de eso me ocupo yo al hacerla. Con que guste me quedó más que satisfecha.

Gracias, como siempre.


Beso, beso.