14 de julio de 2010

He matado a los pitufos.

Viajo más de lo que me gustaría, además de tener miles de posiciones para acomodar mi 1,78 en los asientos tengo todo un anecdotario de torpezas. La última fue por la ruta 9 cuando (como es mi costumbre de mujer desafortunada) se rompió el colectivo.
Además de enojarme con la ineptitud del chofer por salir en condiciones no aptas, tenía la soga al cuello con el tiempo, viajaba por trabajo y estaba llegando tarde.
El colectivo para a una hora del destino final, Mi persona baja enojadísima pero prometiéndose no expresar su furia, y como es una gordalechonaociosa que no le bastó con viajar sentada durante horas divisó un banco celeste y apoyó su humanidad, puso las piernas en posición sexo tántrico y se prendió un pucho. No conforme con estar comodísima quiso apoyar las manos en el banco que estaba recién pintado y no lo había notado. Furiosa se levantó, y descubrió que entre sus nalgas yacía una masacre de pitufos. Como era de esperarse explotó en insultos hacia el chofer, porque todo era su culpa, renegó por la ineptitud de los municipales que pintaron el banco y no dejaron la advertencia de “recién pintado”, y de paso cañazo mandó un par de groserías más al gil que le venía haciendo ojitos desde la terminal y se arriesgó a decir: “Nena, te ensuciaste todo el pantalón”.
Obvio que era pintura al aceite (no sale) y obvio que no llevaba otro pantalón.

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