1 de diciembre de 2008

Necrológica

En la Capital de la Hipocresía: Tuculandia, ha fallecido una nueva mártir, producto de la pereza emocional de algunos y de la ausencia de filantropía en otros. Su trágico desenlace fue la última batalla -a la que optó no presentarse por miedo, cobardía o vaya una a saber porqué- en su penoso y dilatado padecimiento. QEPD.
Los médicos diagnosticaron: mal de MUPODEV -muerte por desinterés a la vida-.
Abandonó este mundo por haber sido lo que nunca debió ser, por haber errado en la búsqueda de lo que debió haber sido. Y sobre todo, por abandonar la pesquisa de lo que quería ser, aunque nunca develó su verdadero deseo de ser.
Pese a los esfuerzos disimulados de sus consanguíneos, los ardores incansables de sus pares, la última batalla de esta guerra malsana fue perdida por sus no-ganas de existir.
Habitaba un mundo extraño, desconocido para ella. No pretendía ser aclamada por multitudes, sólo anhelaba ser feliz (propósito nada original), aunque no sabía de qué se trataba ese estado ni siquiera podía localizar su ubicación.
Peregrinaba creando entelequias de amores lejanos, de sueños distantes, de mundos inalcanzables. Era un ente que se traicionaba.
Su patología la transformó en mi pequeña ladronzuela autodestructiva, incansable buscadora de hechos ficticios, convirtiendo su pasar por este (a veces) penoso mundo, en una estadía sin reminiscencias.
Sólo su risa rebota en las almas, ahora con lamentos (como siempre).
Su figura se desdibuja entre los recuerdos de lo que pudo haber sido, de lo que debió haber sido.
Dejó de existir para habitar vaya una saber dónde. Ni siquiera ella esperaba su paraíso, no sabía, en realidad, cuál era. Hizo antesala por todas las religiones, buscando también ahí su esencia, tratando de abandonar la lamentable levedad del ser.
Su recuerdo es afónico, sus huellas se esfuman, no permitía que sus hechos trasciendan. Pedía silencio, parecía que no le concernía hacer notar su cuerpo, su vida. Su carne era un calvario, su cabeza la cruz más pesada.
Ni siquiera la nada le interesaba, parecía haber nacido muerta, sin pasiones; sólo algunos padecimientos se presentaban esporádicamente, para ser borrados con la alquimia de Internet, con la excusa de la gula. Pecadora por excelencia. Pese a todo, lo intentaba: me llenaba de besos, abrazos y tiempos compartidos a mí, que la quiero y hoy la sufro.
En memoria de María de los Ángeles se piden oraciones y plegarias. Esperando los del más acá, que ella, en algún más allá, encuentre sentido a lo que fue la visita de su espíritu por el martirio que nos pertenece a nosotros, los mortales.
Ante todo: que en paz descanse.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Sinceramente es la primera vez que pispeo este blog y me parecio muy bueno.
Quiero felicitar por esa crónica que describe a más de una y lo que muchas veces se siente.