20 de enero de 2009

Mis niñitos

Cuando Antonella nació me negaba a que me obliguen a ser tía a los 13 años. ¡Qué era eso que un pedazo de carne iba a vivir en mi casa!, ¡Vaya atrevimiento!. La tuve que amar nomás. Ella no hacía un gran esfuerzo. Era (y aún lo es) una niña tímida, ciertamente antipática.
Siendo muy pequeña rompió fotos de mi viaje a Nueva York. Me vengué destrozando todos sus chupetes anatómicos. Aquella vez me explicaron que no estábamos en igualdad de condiciones para una guerra.
Entendí que era la vida de mi hermana aquella siesta en que estando bajo mis cuidados se cayó con su andador 14 escalones. Recuerdo que prefería ser picaneada antes de escuchar los gritos de mi hermana. Al final me picanearon y además me gritaron. Actualmente me culpan por las torpezas de la señorita aduciendo secuelas de aquel golpe. Yo insisto en que su estupidez es propio de un ente bello. Sólo así se puede explicar que parada al lado de una cocina pregunte a grito pelado: “Mamá, cómo se prende esto”.




La experiencia con Matías fue diferente. A ese niño lo amé antes de conocerlo. Fue el primer sobrino que vi nacer. Viví el estado maltrecho de mi hermana después de la anestesia. Al verlo, Baby decía: “¡Qué chico tan feo!”, y era su hijo. Aquella vez supuse que el ochomesimo color moretón, peludo, sin forma de ser humano sería mi angelito. Actualmente es un volado, que apenas si sabe escribir, pero realiza increíbles sumas mentales con 9 años. Es el niño enfermo: asma, alergia al tabaco, a los ácaros, al poliéster. Alergia a la vida. Es el que se lleva la prueba para terminarla en la casa, el que vuelve con pullover talle 16 y se olvida su mochila todos los días (léase siempre) en la escuela. Matías es al que le ocurren todos los accidentes, desde la picadura de un bicho exótico hasta ser atropellado por un auto (esa vez no fui yo).
Alguna vez dudamos de sus capacidades y preguntamos sobre la posibilidad del autismo. El diagnóstico fue: Todo le chupa un huevo. No lo molesten. Ahí dejamos de mirarlo como una cosa rara.
Puede parecer ambidextro, pero agarra la lapicera con la mano que le queda libre, pues suele esconder piolín (su juguete favorito) entre los dedos para que mi hermana no lo descubra.
Una vez lo escuché vociferar que se quería morir, pues está vida no tiene sentido.
Es el sobrino preferido para llevar de compras, ya que sólo pide agua mineral e hilo, aunque el piolín es su perdición.







Francisco me agarró vieja. Ya andaba por mis 20 años y hastiada de la niña antipática y del raro.
Mi hermana suele gritar que su vástago es un castigo, la dejó deforme, gorda y lo peor, tiene un parecido increíble a mi padre. Gruñón, dominante, gritón, perfeccionista, burlista, mezquino.
Es el que agarra una porción de pizza y mira las que quedan, que también planea comerse. Grita cual marrano si alguien toca SUS cosas.
Guarda celosamente en una mochila desde jugos que se vencen escondidos, hasta figuritas repetidas y mira de reojo que nadie se asome a SU mochila. Es el que inicia las disputas de pareja, de hermanos y de familia.
Nunca pegamos onda con Francis.


Lucas fue un atragantamiento de mariscos. Se gestó entre alcoholes y tabaco. Mi cuñada se enteró, por accidente, que cargaba un niño al cuarto mes de gestación. Hoy tiene 5 años y le dicen el niño viejo.
Él todo lo puede hacer solo. Desde atarse los cordones hasta limpiarse el culo. Discute como un adulto y llora como una nena, aunque pega como un boxeador. Es el que tira la piedra y esconde la mano. El que agarra a cuchillazos el sillón y grita que hay que cambiarlo porque está viejo.
Él cree que su tía es bella y “fisicuda”, jamás me ve gorda.
Es un niño que me conmueve. Siento que, al igual que Antonella, me pertenecen. Éste también se parece a mí. Aunque tiene unos ojitos llenos de tristeza. Propio de un niño viejo.

Tomás ocurrió sin querer. Mi cuñada aduce que estaba distraída y que la culpa es de mi hermano. Natalia pasó dos navidades, dos cumpleaños, dos años nuevos y dos reyes preñada. Apenas guardaba su ropa de futura mamá y se ponía a dieta cuando Tomás ya andaba nadando en la panzota.
Este niño nos agarró a todos viejos. Es el que en las fiestas familiares luce sus poses más sensuales practicando el nudismo. El que lo orina a mi Bruno Alberto y al que a los gritos debo pedirle que le deje de morder las orejas a la salchicha.
Tiki Tiki, como intuimos que será su alias en un futuro prontuario, es un salvaje. Estamos haciendo el papelerío para que Satán lo reconozca.
Tomás es al que a grito pelado me llama PUTA, todo con mayúsculas. El que alcanza el cinto y pide que le peguen despacio.
Mi chiquito es el que cuando le digo “homosexual” me tira todo un discurso con groserías que ni yo conozco. Y si le digo que no lo quiero más responderá: No me importa, hace rato te dejé de querer.
Es un insensible absoluto. Sólo los animales le conmueven, sin embargo, no entiende que animales y encendedores no son compatibles.

Mis niñitos… no, la Real Academia no registró el nombre del sentimiento que tengo hacia ellos. Son más que mis sobrinos, son más que niños, son más grande que el amor, más bonito que la felicidad absoluta, más perfecto que alcanzar lo deseado. Son más que la vida misma, más que la proyección de mis hermanos, de la familia.
No, no… no hay equivalente en la ambigüedad del lenguaje para nombrar el sentimiento que me enseñaron mis niñitos.
Francisco, Antonella, Matías, Tomás y Lucas.









3 comentarios:

LolaPapallona dijo...

Que feliz me haria que mi tia escriba algo asi sobre mi... bah, que escriba sobre mi...


Que bien lo hiciste, te quedo precioso el retrato.


(Y dicen que "a quien Dios no da hijos, el diablo da sobrinos" -demomento)

Anónimo dijo...

Qué bueno te salió esto, Fer. Parece el comienzo de una película. Buenísimo, inevitable no recordar en todo momento a mis tres niñas y un niño.

Fernanda. dijo...

Cabeza de Níspero: Escribo porque tenía el deseo (al igual que vos) de que alguna tía me recuerde entre letras. Tengo infinidad de diarios íntimos para mis sobrinos, grabaciones, fotos. Para que cuando sean adultos no olviden que fueren niños y recuerden que alguien intentó registras sus bellezas puras.

Martina: Gracias por el halago. Viste que esos críos ajenos con los que compartes la sangre te hacen hacer las cosas bonitas?.