7 de noviembre de 2008

Dolor de piernas (de las dos)


Siempre procuro evadir la burocracia. Todo lo que tenga vínculo con bancos, entes estatales, pagos de facturas, lo aborrezco. Prefiero morir a latigazos antes que hacer un trámite.
Sin embargo hoy, contra mi voluntad y empujada casi por un capricho, pasé 4 horas parada, prácticamente inmóvil adentro de un Banco.
Llevé un libro, la lectura suele ser un buen tranquilizante, junto a la costura es lo único que logra frenar mis aires de asesina serial.
La primera hora fue feliz, me prometí no mirar el reloj, no golpear a mi circunstancial vecino y ante todo: sonreír.
Sin embargo, en el minuto 120 todo cambió: ver cómo se producían esas relaciones circunstanciales me puso los pelos de punta, el único sujeto mirable de la larguísima fila metió un dedo (el meñique) en su nariz, lo que deshabilitó cualquier intención de seguir mirando, la fila estaba suspendida en el tiempo mas no el reloj. Ya no sonreía, y mi inoportuno vecino no tuvo mejor idea que preguntarme a qué hora cerraba el maldito banco, a lo que respondí secamente, con la cara de culo que corona mi vida: No se. Fin del diálogo. Me sonreí por dentro y sentí cierta penita por aquel sujeto que necesitaba acortar sus horas de espera, pero yo estaba enojada con la burocracia, con los dos únicos cajeros para ese malón de ansiosos cobradores, con mi piernas inmóviles, con mi vicio hijo de puta que me pedía encender un pucho y ante todo, estaba enojada con la vida y con mi capricho que me hacía permanecer en ese mínimo espacio casi hacinada sintiendo olores que no eran propios.
Cuando los 240 minutos se paseaban cómodamente, una remera me miraba con un “Don´t worry”, no pude más que sonreír a tremendo optimismo de imprenta y suspirar por no sé qué número de vez.
Y entre una página y otra, el pasillo se había convertido en un pic nic: galletitas variedad eran devoradas y acompañadas por una mirinda de 2 litros jajajajaja. Pero la fila no se movía!.
Seguía leyendo, pero ya me ponía metas y me decía: Cuando llegue a tal punto seré feliz, porque faltará poco para alcanzar la ventanilla. Y efectivamente, cuando me posaba en aquel punto mi alegría era gigantesca. Consuelo le dicen algunos, para mi son alivios.
Y mientras muchos miraban el reloj, papaban moscas, se metían el dedo en la nariz, yo sólo quería huir con mi dinero.
Y ya que muchos habían tomado el tiempo para comer yo elegí pintarme las uñas y me dije: La próxima vez me traigo las cremas y el equipo de manicure. Y mi vecino volvió a intentar, ahora con timidez, iniciar un diálogo, lo corté en seco, por supuesto. Nada de venir a tener vínculos por necesidad.
Yo siempre necesito consuelos para sobrevivir en situaciones límites como estar metida en un banco, por lo que pensaba en las bonitas cosas que adquiriría al obtener mi dinero. Y ahí me llamó la atención dos sujetos que dialogaban, pero eran esa clase de personas que en la calle no se cruzarían ni una mirada, y pensé en los estragos que provoca el aburrimiento.
A la tercera hora gastada ya había probado mil paradas: sacada de culo, sacada de panza, puntas de pie, patas para afuera, toda mi humanidad sobre la pierna derecha, luego a la izquierda, brazos cruzados, brazos a la espalda, me comí una uña y miré mal a cuanta persona me rozaba.
Cuando faltaba muy poquito para llegar a la ventanilla me puse paranoica y dramática, para no dejar de ser yo, y me decía: “Y si deciden cerrar el banco?”, “Y si cuando me toca a mi ya no queda plata?”, “Y si no hay dinero en mi cuenta?”. Me enojaba y me desenojaba en cuestión de segundos. Y divisé a un chico que me gustaba en mi adolescencia, porque yo a la gente la tengo en dos grupos: los que me gustan o me disgustan. Éste pertenecía a la primera bolsa. Y me decía: “Qué cagada que se casó”… jajajaja, porque en la cola del banco también se puede conseguir un picadito che!.
Por supuesto, el libro que llevé era un embole, pero lo terminé de leer. Cuando llegó mi turno de pedir dinero estaba desesperada, feliz, conmocionada. Saludé al cajero con una sonrisa de oreja a oreja y un gran hola, a lo que respondió una mirada de desidia absoluta, pero no me importaba, yo ya me iba, y a él le quedaban mil ansiosos más.
Tuve un gran problema para comenzar la caminata, no sabía cuál puta pierna iba primera, creo que jamás pasé tanto tiempo parada casi inmóvil.
¿Que por qué no cobro por cajero automático?, la tecnología y el miedo a ser encañonada es muy fuerte, además, alguna vez olvidé la contraseña y la fila para hacer el trámite de una nueva es larguiiiisima jajajajajaja.

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