25 de noviembre de 2008

El dolor de la belleza

Las prácticas femeninas me resultan absurdas. Imaginarme sufriendo adentro de un gorro símil pelado ante una sujeta que me martiriza con una aguja de tejer me agota. O el saberme presa del un acto de tortura como la depilación me hace replantear el placer que representa ser mujer. Ni siquiera el milagro (como algunos le llaman) de tener el potencial de una madre aliviana mis ganas de no ser.
Ni hablar de las reprimendas sociales ante la ausencia de la corrección.
Una sesión de peluquería me resulta una letanía, tan similar a las clases de física que sufrí tantos años atrás.
Esto lo pienso mientras una heredera del Marqués de Sade me repite que “la belleza duele” mientras blande sobre mis pies unas extrañas tenazas. El suplicio duró cuarenta minutos en los que tuve tiempo de aburrirme, quejarme, fumar 5 cigarrillos y pensar que eso de que la belleza duele no es una máxima que pueda soportar mucho más sobre mi piel.
A quién se le ocurrió pensar que tener durante horas un menjunje de alimentos no perecederos en la cabeza puede traducirse en un mimo hacia mi persona. Una caricia sería comerme un asado sin engordar, comprar ropa sin gastar, leer sin que el tiempo corra. En absoluto permitir que me tiren del cabello, maltraten mis piececitos o coloquen elementos a altas temperaturas sobre mi piel puede tratarse de un mimo. El letargo de bañarse ya debería ser suficiente. Pero no, se empeñan en que después de que todas estas prácticas maltraten mi cuerpo deba subirme a los tacos insufribles, meterme adentro de géneros que pican y en ocasiones poseen cortes que una debe colocarse en posiciones estratégicas para no descubrirse desnuda ante extraños o colgar absurdas piedras de mi cuello y esta cuestión del cabello, maldita mierda cultural, pelada no sentiría calor, no debería gastar fortunas en productos mentirosos, el baño se reduciría a cuestión de segundos.
Y sigo sentada ante la maldita que disfruta de provocarme dolor, ahora en las manos. Comerme las uñas es un placer similar al de beber cerveza y ella se empeña en contarme los beneficios de unas uñas prolijas y pintadas. Mientras, yo solo me pregunto si esas pinturitas son inflamables porque quiero fumar. Pero una mano está prisionera de la heredera y la otra se remoja en un extraño recipiente con agua demasiado caliente. Así que debo reconfortarme con el recuerdo del placer que me genera el tabaco.
Una hora sentada, casi en la misma posición, transformada con esas costumbres burguesas en una boludita coqueta.
Y como si todo ese sufrimiento no fuese suficiente debo pagárselo. Ella debería agradecerme por soportar esa batalla y sobrevivir.
Eso sí, ahora antes de meter una de mis manos en la boca recuerdo los paquetes de cigarrillos que no podré comprar tras haber ofendida a mi cocodrilo depositando dinero en la generadora de prácticas dolorosas, así que claudico en mis intenciones de morder una uña, un cuerito o jugar con la cutícula, ni siquiera me quiero rascar ante el temor de que “la francesa” se vaya a la mierda.
En quince días vuelve a la carga, creo que pediré amputación directa. Y las ideas de extensiones, cama solar y demás coqueterías las agendé para la otra vida.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Poniendo toda la empatía posible en el asador y aclarando que imagino que debe ser difícil ser mujer, entiendo que cuando la belleza duele tanto tal vez habría que resignar un poco las apariencias de índole estético y privilegiar un poco más el confort, la calidad de vida, en definitiva. De todas maneras, no seré yo el mejor consejero al respecto.

Me encanta cómo escribis. Tu prosa es llevadera y divertida. ¿Estás en Tucumán o en tu pago?

Besos.

Fernanda. dijo...

No podemos abandonar estas prácticas Juanjo, por eso todas las mujeres tenemos algo de masoquistas. Desde niñas nos ajustan los moños para prepararnos para el mundo de la depilación y demás yerbas.
Ando por acá, por allá. Alma de gitana nomás. Duermo seguido en Santiago y soy periodista Juanjo!!!!!!!! jajajaja. Muchas gracias por leer. Me fascina que te guste. Besos"

Anónimo dijo...

Es masoquista, por culpa de un mundo machista, Fer. Ya vendrá la revolución femenina, jeje.
Me adhiero a Juanjo, siempre fue un gusto leerte. Besos

Anónimo dijo...

Y ES un gusto leerte...

Fernanda. dijo...

Lore, queremos la revólución? jajajaja. Somos histéricas nomás!(pero ese es otro tema). Para mi un placer leerte y ante todo, saber de vos. Besos corazón.