28 de noviembre de 2008

Mi día de rubia tarada

Un día de rubia tarada son esos en los que te piden una Coca y les alcanzás un vaso. Son esas jornadas en las que sufrís de una dislexia absoluta.
Descifrar los delirios de Indec me resultó una tarea imposible, apenas si pude entender qué era un supermercado.
Son esos días en los que sería mejor hacerse un baño de crema, pintarse las uñas, ir a la peluquería y caer en el maniqueísmo de si, no.
La rubia tarada carece de capacidad de concentración. Es una monada para mirar, deleitar la retina, más no para mantener un diálogo que exija saberse más de cien palabras. No intento con despotricar contra ellas, son un estereotipo maravilloso y en ocasiones una realidad que sorprende.
Hoy tuve mi día de rubia tarada. Pedí que me hablen muy lento, evité con todas mis fuerzas escribir sobre el Merval, pero ya estaban las cartas echadas y logré sacar algunos jeroglíficos y convertirlos en información.
Me di cuenta que me sé todas las letras de todas las canciones pop. Popísima!
Me picaba la cabeza y me rascaba el hombro. Mandaba órdenes al cerebro, pero no llegaban ni a la nariz. Quería mover el pie izquierdo y empecé a caminar con la mano derecha.
Como siempre me resigné, pedí alto gancho y me voy a de Shopping. Este día de rubia tarada lo disfrutaré con mi castaño oscuro a full. Si tengo tiempo paso por la peluquería.

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