8 de noviembre de 2008

¡Chupá Francisco!

Francisco pidió un helado simple de color marrón, supuse que esperaba que tuviese sabor a dulce de leche, pues el chocolate posee mayor entidad que un color. El niño lo aceptó, ante la duda no pregunté, no me llevo bien con el idioma niño.
Matías quiso un doble de doble frutilla, me pareció un acto barroco y un tanto exagerado, sin embargo accedí, la madre está para decir no, la tía para sonreír.
Yo preferí el folleto con la programación del cine, al menos ese no acusaba calorías.
Mi vínculo más estrecho lo tengo con un perro, que suele abastecerse solo de casi todas sus necesidades, por lo que suelo olvidar que un niño pretende algo de atención.
Con el folleto y un pucho nos sentamos, me olvidé (como siempre) que estaba con niños y cuando miré a Francisco (vaya una a saber cuántos minutos luego de sentarnos) su remera azul era marrón, sus manos también y en un exabrupto, mientras el niño apoyaba su helado en el borde de la mesa y miraba sobre su hombro le dije: “Chupá Francisco”, y Francisco, con rapidez y algo de pasión deslizó su lengua hacia los bordes de la mesa.
Tendría que haberle indicado que debía chupar el helado?. Los niños son un misterio.

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