18 de noviembre de 2008

Digo no


Descubrí en los auriculares un refugio para evitar los diálogos inútiles. En ocasiones están apagados. Son sólo un ícono, un cartel que reza “no molestar”.
Elegí la distracción cansada de las miradas de terceros al recibir un: “No me interesa hablar ni escuchar”. Ya suficiente aguanto escuchando una y otra vez que mi cara es de culo, cuando sólo me abstraigo a pensar y olvido dar señales a los músculos de mi cara.
Muchas oportunidades me encontraron simulando un tarareo imaginario ante las caras que pedían respuesta. Esto de hacerse la idiota es todo un arte. Quisiera ser simplemente distraída, pero no dejo un instante de pensar, mirar, cotejar e ir armando imágenes visuales de todo lo que me rodea, por más inútil que resulte.
Honestamente estoy cansada de los remisseros que se fascinan (literalmente) creyendo que mi trabajo es un regalo del cielo, mientras yo sólo pienso que jamás imaginé ser periodista y qué sólo me trae dolores de espalda. En ocasiones me perturban esas voces molestas, cargadas de resentimiento (a veces soy yo quien las cubre) o las observaciones absurdas que me resigné a no discutir. Simplemente me escondo entre mis auriculares.

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